Si hay un camino a la destrucción, probablemente ya hemos dado los primeros pasos. Si hay un futuro posible, solo es aquel en el que hemos evolucionado, no hay otro camino. No es posible sostener las fallas y miopías de nuestra civilización. 

Vivimos en la era del Antropoceno, una era en que los humanos tenemos el poder de transformar la biosfera, el mismo poder de las fuerzas geológicas. Y nos gustaría pensar que, en una era así, tenemos el control de nuestro destino. Pero no necesariamente. ¿Quién gobierna? Es fácil creer que vivimos en naciones gobernadas por políticos, por medios de comunicación masivos, por grandes empresas transnacionales, y en cierto modo sí. Pero mira bien. Los rostros de líderes y de masas pueden cambiar, pero cuando las ideas y supuestos del mundo que subyacen son las mismas, la variedad de opciones es solo una ilusión. Somos gobernados por paradigmas. Un puñado de paradigmas dominantes. Y ¿qué tan libre puedes ser si vives bajo paradigmas que no cuestionas?

Pero, ¿qué es una cosmovisión y un paradigma? Nuestra cosmovisión es nuestra visión particular del mundo, una colección coherente de imágenes y conceptos del mundo, y requiere un set específico de creencias y supuestos para explicar los fenómenos de ese mundo, es decir un paradigma que valide esa cosmovisión. Entonces, un paradigma es el conjunto de creencias y supuestos no cuestionados en los que se basa una visión del mundo particular.

Si hoy en pleno siglo 21 conocieras a alguien que aún cree que la Tierra es el centro del universo y que los planetas giran alrededor del nuestro, como planteó Aristóteles, probablemente sentirías la obligación casi moral de contarle la evidencia que desmiente tal creencia, #aristótelestambiénseequivoca, pero como sabemos ese fue un paradigma válido para la sociedad occidental por algún tiempo. En este ejemplo, los paradigmas definen los parámetros bajos los cuales entendemos las cosas y vemos el mundo. ¡Son los pilares de nuestras cosmovisiones!. Dicho de otra manera la cosmovisión es la imagen que tienes del mundo, y el paradigma serían como los lentes que te pones para ver ese mundo.


El paradigma científico vendría a ser el conjunto de logros científicos que por un tiempo proveen modelos de resolución de problemas a una comunidad, estos paradigmas proveen data y determinan el tipo de conocimiento que se articula en una cosmovisión. La ciencia progresa por los paradigmas acumulados relevan más y más conocimiento de diferentes tipos. Pero un paradigma social puede incluir también creencias validadas por una cultura a través de miles de años.

Y ¿por qué es importante reconocer los paradigmas bajo los cuales operamos? Pues porque los paradigmas sostenidos por una sociedad operan en silencio para canalizar la atención, filtrar información, categorizar la experiencia, anclar interpretaciones, orientar el aprendizaje, establecer el ánimo, normas secretas, y legitimar narrativas, ideologías y estructuras de poder. En el ejemplo del geocentrismo de la Tierra, ¡solo recuerda que a Galileo Galilei fue arrestado hasta su muerte por demostrar que la Tierra no era el centro del universo! Y eso para muchos estaba bien porque la visión de Galileo contradecía el paradigma del geocentrismo en la que la sociedad creía. Por supuesto, hace mucho esa creencia dejó de ser válida; pero hay otros paradigmas, igualmente desfasados y caducos, que siguen orientando nuestra sociedad.

Es por ello que es importante reconocer los paradigmas dominantes de estos tiempos, de donde provienen y cuál es su validez y legitimidad. ¡Nadie quisiera estar actuando de acuerdo a paradigmas caducos! Imagina el estar basando tu proyecto de vida bajo paradigmas incorrectos de lo que te significa la naturaleza humana o la felicidad, ahora piénsalo a gran escala, imagina el destino de una sociedad que guía su desarrollo bajo paradigmas que son incorrectos.

Hoy mismo los esfuerzos por replantear nuestro modelo de desarrollo, bajo el paraguas del ahora popular nombre “desarrollo sostenible” son insuficientes o están fallando porque los científicos y tomadores de decisiones intentan adoptar soluciones dentro del mismo paradigma de pensamiento, usando las mismas herramientas (paradigma científico) y reafirmando la misma visión del mundo (cosmovisión) que amenaza la sostenibilidad de nuestra especie, en primer lugar. Es decir, en gran medida, seguimos actuando bajo un paradigma antropocéntrico y reduccionista. Antroqué?…

Las semillas del viejo paradigma

Hay algo realmente equivocado en la manera en que entendemos quienes somos y nuestra relación con la Tierra. El paradigma dominante en la sociedad actual es reduccionista y antropocéntrico. Nuestra sociedad occidental ha sido construida sobre estos cimientos. Y por supuesto la misma “rareza” de estas palabras es un reflejo de lo poco que somos capaces de reconocer el origen de muchas de creencias en las que hemos sido criados en la sociedad occidental. Así que vayamos detrás de estos paradigmas:

¿El ser humano que conquista la Tierra?

El paradigma antropocentrista asume a los seres humanos como separados de la naturaleza (por encima o fuera de la naturaleza) y asigna un valor intrínseco de los seres humanos y un valor sólo instrumental a la naturaleza.

Y ¿de dónde se origina el paradigma antropocentrista? Pues el término “antropocentrismo” fue por primera vez acuñado en 1860, en medio de la controversia alrededor de la teoría de evolución de Darwin, para representar la idea de que los humanos son el centro del universo. Así, el antropocentrismo considera a los humanos como la forma de vida más importante, y que otras formas de vida son importantes sólo en la medida en que afectan a los humanos o pueden ser útiles para los humanos.

Bajo el paradigma antropocentrista, los humanos creemos que todo el universo ha sido hecho para nosotros, nos volvimos tan arrogantes, que nos separamos del resto, buscamos conquistar y someter a la naturaleza, creemos que tenemos el derecho a explotar los recursos naturales. Vemos a la naturaleza como una gran maquinaria, cuyas partes son intercambiables o reemplazables.

En una ética antropocéntrica, la naturaleza tiene una consideración moral sólo porque su degradación o preservación puede, en retorno, beneficiar o dañar a los humanos. Por ejemplo, bajo esta ética sería considerado malo cortar los bosques porque potencialmente contienen curas para enfermedades humanas.

¿Un mundo mecánico?

Por otro lado, el paradigma reduccionista supone un universo mecánico, que sigue reglas universales que puede ser usadas para predecir el comportamiento de las partes que lo constituyen, desde los átomos hasta las galaxias, solo basándose en las propiedades que estas partes.

Y ¿de dónde se origina este paradigma? Se origina con la consolidación de la mecánica clásica de Isaac Newton en el siglo XVII. Una vez bien definidos los términos básicos –masa, velocidad, aceleración, fuerza, momento, etc.- las leyes de Newton nos permitieron observar un orden en el universo que nunca se había imaginado antes. La filosofía de la ciencia newtoniana es simplística, la complejidad del mundo es solo aparente.

El éxito del reduccionismo era tal que vino a constituir el paradigma científico para todas las disciplinas. Bajo este paradigma, la ontología (forma de entender la realidad) es materialística porque asume que todo fenómeno, físico, biológico, mental, social está constituido por materia; el método de búsqueda es el reduccionismo, es decir, se identifican los elementos o componentes de los sistemas que se quiere estudiar, se especifican las propiedades básicas de dichos elementos, y se elabora una “mecánica” de leyes que gobiernan sus movimientos; por la tanto la predicción del comportamiento de un fenómeno es determinista, puesto que se plantea predecir el estado futuro a partir del estado presente de manera lineal. Sin embargo, el determinismo es una contradicción a la observación intuitiva de la libre voluntad de acción del ser humano. Por lo que Descartes postuló el dualismo que le confiere a la mente una categoría independiente, que no obedece las leyes de la mecánica.

Aún así, se esperaba que la observación hecha por otras ciencias tarde o temprano sería reducida a las leyes de la mecánica. Y aunque esto no pasó, algunas disciplinas como la psicología, economía, etc, sí adoptaron una visión mecanística del mundo.

Las ciencias económicas son un ejemplo en donde se entiende el comportamiento humano de manera reduccionista al postular el principio de decisión racional. La teoría clásica elaborada por Adam Smith aplicó, exitosamente, la reducción del comportamiento económico a las decisiones de individuos que buscan racionalmente maximizar sus utilidades en mercados donde las fuerzas de oferta y demanda son las que explican la producción y los movimientos de los bienes. Así, la economía neoclásica es un campo en el cual se ha logrado una formulación teórica significativa sobre la base de la reducción al individuo. Y como sabemos la economía ocupa una posición muy especial en la sociedad capitalista, aunque como disciplina, no es estrictamente científica.

El surgimiento de un nuevo paradigma

Gracias a nuevo conocimiento científico, a la revaloración del conocimiento ancestral, al conocimiento filosófico y una nueva consciencia humana emergente, un nuevo paradigma empieza a emerger. Este nuevo paradigma toma diferentes nombres de acuerdo a distintos autores: paradigma de los “sistemas vivos”, “regenerativo”, de la “complejidad”, “holístico”, “ecológico”.

Lo clave es que la validez de este paradigma descansa en la articulación de distintas narrativas. Du Plessis, por ejemplo, valida este paradigma contrastando e integrando narrativas de diversas fuentes de conocimiento, perspectivas y paradigmas predecesores. Así una fuente es la lectura de la ciencia del siglo 21, particularmente la física teórica, las ciencias de la complejidad, la ecología y otras ciencias de la vida, y la neurociencia, que proveen un entendimiento científico actual de cómo funciona el mundo y las prácticas para generar conocimiento. Otra fuente es la filosofía occidental y oriental que provee un entendimiento filosófico de cómo funciona el mundo, cómo un ser humano debe relacionarse con él y qué constituye el conocimiento. Otra fuente son las tradiciones espirituales, especialmente tradiciones ancestrales encontradas en los sistemas de conocimiento ancestral de África, Australia y las Américas, las cuales proveen de un entendimiento de cómo funciona el mundo y cómo debemos relacionarnos con él, a partir de un entendimiento basado en la experiencia (vivencial) que ha sobrevivido la prueba del tiempo en algunos casos por hasta 40 mil años (como algunas tradiciones aborígenes australianas).

Así, el “nuevo paradigma” es un paso del antropocentrismo al ecocentrismo, del reduccionismo y linealidad a la complejidad y no-linealidad, del determinismo al cambio e incertidumbre.

Dos cambios grandes ocurren: El paso del reduccionismo al pensamiento holístico y sistémico: de las partes a las relaciones. El paso de la concepción de los humanos como separados en competencia con la naturaleza, a la aceptación de los humanos como parte de la naturaleza y en co-evolución con ella. (Du Plessis, 2008).

El ser humano como naturaleza

El paradigma ecocéntrico asume que la naturaleza tiene una consideración moral porque tiene un valor intrínseco, un valor independiente de su “utilidad” para los humanos.

El término “ecocéntrico” proviene del término bio-céntrico que fue acuñado por primera vez en 1913 por el bioquímico americano Lawrence Henderson, para representar la idea de que el universo es el origen de la vida. Este término fue adoptado en los 70 para referirse a la idea de que toda la vida tiene un valor intrínseco.

Bajo los lentes de este paradigma hay un cambio de ver el mundo como un sistema mecánico y determinista, en el cual los humanos están separados de la naturaleza, a verlo como, fundamentalmente, un sistema vivo, complejo e interconectado, del cual los humanos somos parte. En otras palabras, Los humanos somos naturaleza, somos la Tierra consciente de sí misma, somos aliados en los procesos de evolución y creación.


Nosotros, nuestras estructuras sociales y nuestro ambiente biofísico forman un sistema socio-ecológico integrado. Los humanos, como cualquier otro organismo, participamos en la co-creación de los procesos de metabolismo y cambio que le dan forma a la biosfera. Sin embargo, la adición del fenómeno mental humano en un sistema socio-ecológico introduce propiedades de auto-reflexión y pensamiento simbólico que permite la creación intencional de novedad y la habilidad de crear cambio dentro del sistema. (Du Plessis & Brandon, 2014).

El mundo vivo y complejo

Bajo el paradigma de la complejidad, el mundo es dinámico, impermanente, ya que es creado constantemente a través de interacciones en todas las escalas; además, debido a sus dinámicas no lineales, es incierto e impredecible.

Estas interacciones resultan de flujos de materia, energía, información e influencia, así como procesos de adaptación y auto-organización. (Du Plessis & Brandon, 2014)

El reduccionismo, heredado del método clásico de análisis, que se limita al estudio de las partes de un sistema para entender el todo de un sistema pierde sentido, pues más allá de describir en detalle el funcionamiento de las partes, lo importante es ver cómo estas interactúan para dar paso a comportamientos globales de un sistema socio-ecológico. Por ello, el reduccionismo es incompleto para estudiar a los sistemas socio-ecológicos que son sistemas complejos.

La transición del reduccionismo a la complejidad se basa en una serie de descubrimientos y teorías de campos como la física cuántica, ecología, biología, psicología, sociología. Lo que hace la Ciencia de la Complejidad es revertir el proceso de fragmentación de las ciencias y juntar a todas las disciplinas en la búsqueda de principios universales de funcionamiento de los sistemas . Aquí, todas las disciplinas se encuentran y empiezan a dialogar, con el fin de encontrar los principios de los sistemas complejos que estudian.

Así bajo los lentes del paradigma de la complejidad vivimos en sistemas socio-ecológicos que son sistemas complejos adaptativos. Son complejos porque tienen muchos y variados elementos que están interconectados, y son adaptativos porque tienen la propiedad de auto-organización, es decir la capacidad de cambiar y aprender.

El futuro que emerge de estos paradigmas

La manera en que gestionamos nuestra relación con el mundo — o con el sistema socio-ecológico global — es lo que llamamos desarrollo. Y nuestra visión de desarrollo tiene origen en un determinado paradigma.

Estos polos paradigmáticos: antropocentrismo - ecocentrismo y reduccionismo - complejidad son los parámetros en los que nos permitimos imaginar el futuro, son las fronteras que delimitan el tamaño de nuestros sueños y las posibilidades de nuestra sociedad para evolucionar.

Así distinguiremos 3 visiones de desarrollo dependiendo de su ubicación en un espectro paradigmático que va del paradigma antropocéntrico y reduccionista al paradigma ecocéntrico y de la complejidad: La visión de un desarrollo bussiness as usual, la sostenibilidad del status quo y la sostenibilidad regenerativa.

Estas trayectorias de desarrollo que trazamos como individuos y naciones serán parte de la historia de nuestra civilización, de su fracaso o éxito. En un siguiente artículo exploraré estas visiones de desarrollo. Por ahora es clave recordar que la posibilidad de un futuro viable y deseable para nuestra especie necesita de cambios paradigmáticos, es decir cambios significativos de los supuestos incuestionables de los paradigmas dominantes.

Mientras tanto, ¿No te da curiosidad saber qué paradigmas gobiernan tu vida?